miércoles, 27 de junio de 2012

Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho


Santo(s) del día: San Cirilo de Alejandría

Oremos:
Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y que tu Iglesia pueda servirte con tranquilidad y alegría.
Por nuestro Señor Jesucristo… Amén.

Lectura del segundo libro de los Reyes (22, 8-13; 23, 1-3)
Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán, delegado del rey Josías:
“He hallado en el templo el libro de la ley”. Jilquías entregó el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a ver al rey y le rindió cuentas, diciendo:
“Tus siervos han fundido el dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras”. Y añadió:
“El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro”. Y lo leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y a Asaías, ministro suyo:
“Vayan a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que en él está escrito”.
Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo, acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, y les leyó el libro de la alianza, hallado en el templo.
Después, de pie sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.
Palabra de Dios. → Te alabamos, Señor.

Salmo 118 → Muéstranos, Señor, el camino de tus leyes.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.
Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero. Inclina mi corazón a tus preceptos, y no a la avaricia.
Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra. Mira cómo anhelo tus decretos: dame vida con tu justicia.


† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (7, 15-20) → Gloria a ti, Señor.
15 Cuídense de los falsos profetas: se presentan ante ustedes con piel de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. 16 Ustedes los reconocerán por sus frutos. ¿Cosecha rían ustedes uvas de los espinos o higos de los cardos?
17 Lo mismo pasa con un árbol sano: da frutos buenos, mientras que el árbol malo produce frutos malos. 18 Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego. 20 Por lo tanto, ustedes los reconocerán por sus obras.
Palabra del Señor. → Gloria a ti, Señor Jesús.


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