martes, 15 de mayo de 2012

Señor, tu amor perdura eternamente


Santo(s) del día: San Isidro Labrador

Oremos:
Señor, tú que nos has renovado en el espíritu al devolvernos la dignidad de hijos tuyos, concédenos aguardar, llenos de júbilo y esperanza, el día glorioso de nuestra resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo... Amén.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (16, 22-34)
En aquellos días, la gente de la ciudad de Filipos se alborotó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran.
Después de azotarlos mucho, los metieron en la cárcel y le ordenaron al carcelero que los vigilara bien. Siguiendo esta orden, él los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo.

A eso de la medianoche, Pablo y Silas estaban en oración, cantando himnos al Señor, y los otros presos los escuchaban. De pronto sobrevino un temblor tan violento, que se sacudieron los cimientos de la cárcel, las puertas se abrieron de golpe y a todos se les soltaron las cadenas.
El carcelero se despertó, y al ver las puertas de la cárcel abiertas de par en par, pensó que los presos se habían fugado y sacó su espada para matarse.
Pero entonces Pablo le gritó:
“No te hagas ningún daño; aquí estamos todos”. El carcelero pidió una lámpara, se precipitó hacia dentro, y temblando, se arrojó a los pies de Pablo y Silas. Después los sacó de allí y les preguntó: “¿Qué debo hacer para salvarme?” Ellos le contestaron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y tu familia”. Y les explicaron la palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
El carcelero se los llevó aparte, y en aquella misma hora de la noche les lavó las heridas y enseguida se bautizó él con todos los suyos. Después los invitó a su casa, les preparó la mesa y celebraron una fiesta familiar por haber creído en Dios.
Palabra de Dios. → Te alabamos, Señor.

Salmo 137 → Señor, tu amor perdura eternamente. Aleluya.
De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor.
Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones.


† Lectura del santo Evangelio según san Juan (16, 5-11) → Gloria a ti, Señor.
5 Pero ahora me voy donde Aquel que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta adónde voy. 6 Se han llenado de tristeza al oír lo que les dije, 7 pero es verdad lo que les digo: les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo.
8 Cuando venga él, rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio. 9 ¿Qué pecado? Que no creyeron en mí. 10 ¿Qué camino de justicia? Mi partida hacia el Padre, ustedes ya no me verán. 11 ¿Qué juicio? El del príncipe de este mundo: ya ha sido condenado.
Palabra del Señor.→ Gloria a ti, Señor Jesús.

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